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18 de octubre de 2015

El oro que “voló” de un avión de CDA



A través de sus  años de operación como la línea aérea  bandera nacional,  la Compañía Dominicana de Aviación (CDA) obtuvo importantes logros, tanto en lo operacional como en lo administrativo. Estos logros demostraron  que nosotros  los  dominicanos,  si tenemos la capacidad y experiencia para operar una línea aérea grande, e incluso, competir, de tú a tú, con empresas globales, como se demostró cuando los dominicanos, operamos  la CDA, empresa nacional que dominó el mercado del transporte aéreo de R.D.,  tanto en área de  pasajeros,  como de carga aérea por mucho, aportando muchas divisas a la economía nacional. Sin embargo, como es normal,  no todo fue color de rosa en la CDA.  En algunas  oportunidades la empresa fue víctima actos “indelicados” y a veces hasta “misterios”, actos que han permanecido en el tiempo sin que nadie pueda dar una repuesta  definitiva sobre cómo o quienes los cometieron.

Uno de esos casos  “misteriosos”  aconteció en un lugar indeterminado, entre el Aeropuerto Internacional de Las Américas y el Aeropuerto John F. Kennedy  de Nueva York, cuando uno de los diez  lingotes de oro embarcado en el Aeropuerto Las Américas hacia Los Estados Unidos, desapareció, como por “arte de magia”, del interior de una pasada caja de hierro, asegurada con tres grandes candados que se  utilizada, habitualmente,  como contenedor del oro  en los embarque de oro que realizaba la Rosario Dominicana utilizando la línea bandera Dominicana de Aviación  (CDA).

Bueno, aunque usted no crea,  la misteriosa  desaparición del lingote  ocurrió entre  las 9: 00 a.m. y las 1:00 p.m.,  de  un martes del  mes de abril del 1985,  luego de  que, “en apariencia”, se cumplieran todos los procedimientos para una  operación de embarque el oro  que se realizaba con toda la rigurosidad que demandaba el manejo de  valores de ese calibre. Esa mañana, el camión blindado que transportó el oro llegó temprano  al  Aeropuerto Internacional de la Américas y, como era costumbre, se estacionó en un área de rampa hasta tanto todo estuviera listo para subirlo al avión.  El oro  era lo último que se embarcaba  en la bodega No. 2 de carga del avión, por seguridad.

Para entonces el Señor Báez, el diligente Encargado de Carga de CDA en Las Américas, había hecho su llamada a despacho de vuelos de CDA de a las 5:45 a.m.,  informando sobre el embarque de oro  de la Rosario con un peso total, oro y cajas de hierro,   que rondaban las 800 libras. A esa hora despacho recibía también información de otros embarques,  como los periódicos entre ellos el vespertino  El Nacional y otros matutinos, materiales que debían llegar lo antes posible a la capital del mundo y que no se podían quedar absolutamente,  por nada. 

Para abrir la puerta del camión blindado y subir el oro al avión,  debían estar presentes en la operación, además de los numerosos  guardias de seguridad, el personal de la Rosario, del Banco Central de la República  Dominicana,  aduanas  y todos los  organismos de seguridad que convergían  en el aeropuerto, los que observaban   cuidadosamente, el conteo de las barras de oro  bajadas del camión y  apuntaban el conteo  en su libretas. Entonces las  barras  que eran colocadas en las cajas de hierro ya a bordo en la bodega número 2 del B-727-200 que completaría el vuelo DOA-902 a JFK. 
 
Finalizada la operación de cargue, incluyendo el oro de la Rosario,  Balliyo el “rampero”  procedió a cerrar la  puerta delantera de carga, mientras se abordaban los últimos pasajeros, esos pasajeros que siempre  se retrasan en zona franca o bien los que se  distraen en el camino al avión.  El DOA-902 estaba listo para rodar y despegar lo que hizo minutos después de la 9:00 a.m. Entonces,  el DOA-902 realizaba su larga carrera de despegue por la 35, rotaba y se elevaba en su vuelo a Nueva York.

Todo había  transcurrido  con normalidad, sin embargo, las cosas cambiaron drásticamente cuando, aproximadamente a la 1:00 de la tarde de aquel día,  se recibió la información de que uno de los diez lingotes  de oro embarcados en Santo Domingo,  no había llegado a Nueva York.  La barra de oro se había desvanecido,  como por arte de magia.  La noticia corrió como pólvora, de repente todas las autoridades que habían despachado el oro estaban en el aeropuerto tratando,  de averiguar qué  había pasado  con la barra o lingote de oro de la Rosario Dominicana.

 Para comenzar en el Aeropuerto Las Américas hubo un gran movimiento. De repente, todo quien estuvo en el área de rampa parecía sospechoso y muchos  debieron  someterse a  cuestionario de “inteligencia”  por parte de los investigadores,  convirtiendo  a varios empleados de CDA en virtuales presos de confianza.  La cosa fue tal, que el camión Chevrolet amarillo de la CDA estaba listo por si era requerido para transportar personas desde el aeropuerto a la ciudad, pero no precisamente a sus hogares. Ademas, algunas personas se refirieron a la tripulación. Sin embargo, el capitán de ese vuelo lo fue un norteamericano de gran  personalidad y seriedad a todas pruebas, a quien hubiera sido muy difícil interrogar sobre el paradero de la barra de oro.  

Entre las situaciones  que se presentaron ese día en la mañana en al AILA , ocurrió que una pasajera  no pudo abordar el avión por asuntos migración en Las Américas. En esos casos, el procedimiento era bajar la maleta del avión, sin embargo, el supervisor de tráfico de ese día, luego de interrogar a la pasajera,  permitió que la maleta viajara a Nueva York, ordenando que  devolvieran la maleta  en el vuelo DOA-903 Nueva York/Santo Domingo mismo  ese mismo día. Imagínese usted si ese avión hubiera sido devuelto y que se hubieran abierto sus bodegas  aquí en Las Américas.

De acuerdo a rumores  por confirmar,  ese día en Nueva York ocurrieron cosas extrañas. En primer término, la unidad de transporte de valores “Armored Services” que habitualmente recogía y transportaba  el oro desde el Aeropuerto Kennedy,  llegó tarde al aeropuerto, por lo  que el embarque de  oro fue retirado del avión y llevado a un sitio de seguridad del aeropuerto Kennedy. Precisamente, fue el  transportista terrestre  quien  dio  la voz de alarma sobre la desaparición de la barra de oro. Las primeras investigaciones fueron conducidas por Buró Federal de Investigaciones (FBI) y continuaron en Santo Domingo, sin ningún resultado. La barra de oro no apareció  jamás, convirtiéndose en verdadero  misterio para quienes trataron de determinar cuál fue el destino final de una barra de metal precioso que nunca llegó a su destino. 


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