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20 de abril de 2015

Capitán Héctor Pablo Soriano Martínez, aparentemente no le tocaba el vuelo


Capitán Héctor Pablo Soriano Martínez

Con mucho pesar se ha recibido la información del accidente de aviación, que les ha costado la vida a los siete ocupantes de la aeronave matricula HI-957, tipo PA-32. Los fallecidos son seis turistas extranjeros y el joven y diligente Capitán  Héctor Pablo Soriano Martinez, quien era oriundo del Sector Mexico de San Pedro de Macorix, donde era muy querido. Según la nota servida por relacionador público del Instituto Dominicano de Aviación (Civil IDAC),  los extranjeros son cuatro ciudadanos  españoles y dos británicos.  El accidente ocurrió, aproximadamente, a las 7:55 de la mañana, 11:55 UTC,  en el campo de gol del complejo turístico Cocotal, cuando la aeronave se estrelló contra una mata de mango. El Capitán Soriano había despegado, pocos minutos antes, desde el Aeropuerto Internacional de Punta Cana con destino a Arroyo Barril, Samaná, para realizar un vuelo que hizo, en apariencia, para colaborar con un compañero lo que coordinó la noche anterior.  

Las causas que provocaron el accidente son desconocidas, tocándole a la Comisión de Investigación de Accidentes de Aviación (CIAA) de la Junta de Aviación Civil (JAC), encargarse del proceso de investigación,  de conformidad con la Ley de Aviación Civil y los procedimientos en la materia, contenidos en el Anexo 13 de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI). Sin embargo, por el momento, me expreso y clamo en el sentido de que las autoridades  protejan la dignidad de los que mueren en tan terribles circunstancias, evitando que  se expongan las fotos de las víctimas, sin la censura previa.
  
Conocí a este joven Capitán, precisamente en  el Aeropuerto de Arroyo Barril, Samaná, de donde soy oriundo, cuando me tocó desempeñar labores técnicas de aviación civil en aquella terminal aérea. En muchas ocasiones  le vi en  la rampa, en la terminal del aeropuerto, en su aeronave y  a veces,  donde la Patrona,   junto  a  otros tripulantes,  donde acudía a almorzar.  Era la única forma de pasar el día en medio de la monotonía de esperar a los  excursionistas  que  transportaban  a diario en las mañanas, desde Punta Cana a Samaná  y que regresaban  a Punta Cana por la tardes, como aún   lo siguen haciendo. El Capitán Soriano laboró  con empresas aéreas, como Aerodonca, Sky High. 

La experiencia que tuve con las tripulaciones del “puente aéreo” Punta Cana/Arroyo Barril, me dio a conocer el temple de estos  tripulantes,  incluyendo al Capitán Héctor Soriano.  En las mañanas, alrededor de las 8:45 a.m.,  la primera llamada de cualquiera de ellos lateral Cayo Levantado, y luego, el desfile de aeronaves, a veces más de veinte en poco tiempo.  Sé que el Capitán Soriano pudo haber llegado a lo alto de las avanzadas cabinas, incluyendo cualquier tipo de las aeronaves modernas que hoy surcan los cielos. Solo que la aviación dominicana debe apurar el pasos, para que las oportunidades que lleguen, permanezcan en el tiempo. Soriano había iniciado sus estudios de formación  profesional como piloto de aeronaves a finales de la década de los años noventa, estudios que comenzó en la escuela de aviación del Aeroclub 74, localizado para  entonces, en el antiguo Aeropuerto Internacional de Herrera, escuela cuna de muchos pilotos, institución donde me tocó impartir algunas materias aeronáuticas.  

Por sus características, los accidentes de aviación siempre impresionan y conmueven las fibras  más profundo de la  conciencia personal y social, no importa en qué circunstancias  se produzcan o quien o cuantos estén  a bordo. Por lo general estos eventos sorprenden, debido a que se producen en momentos agradables, cuando las personas disfrutan de lo mejor de la vida. En el caso del accidente que nos ocupa, se trató de un percance que cobró  la vida de turistas que llagaron a nuestro país a disfrutar de nuestras playas y montañas. La muerte le sorprendió a todos justo,  cuando el Capitán Soriano los conducía a cumplir sus sueños, allá en Samaná, pero lo chocante y que ocurre con cierta frecuencia en aviación, al Capitán Soriano, aparentemente no le tocaba el vuelo que le costó la vida. , “Que Dios los acoja en su Santo Seno”.   

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