Experiencia en cabina del impacto del fuego de San Telmo
Uno de los fenómenos más atemorizantes que pueden observarse desde una
cabina de vuelo o incluso desde el asiento de los pasajeros de cualquier aeronave, es el fuego de San Telmo. Cuando el fenómeno es intenso, puede asustar a los tripulantes
"pinos nuevos" en sus vuelos iníciales, sobre todo, cuando estos no han tenido una instrucción concienzuda en
el área de meteorología aeronáutica que es una materias cruciales, para todos aquellos que
eligen el pilotaje o la aviación, como su actividad profesional.
El fuego de San Telmo es un
fenómeno que se hace visible, con una marcada apariencia de un fuego real. El fenómeno se presenta visible en
áreas específicas de las aeronaves, principalmente en las puntas de las alas,
la zona de la nariz de las aeronaves, irradiándose para hacerse bien visible
sobre los cristales de los parabrisas en la cabina de mando del avión. El fuego
de San Telmo ocurre en zonas de actividad meteorológica, sobre todo, en áreas
donde existen nubes de desarrollo vertical, como son los cúmulus nimbus y otras
nubes de fuertes.
Aunque sabía sobre el fenómeno,
durante mi primera experiencia con el fuego de San Telmo, agarré un gran susto.
El fenómeno se presentó durante una noche en la que operábamos un vuelo extra “turn
around” en la ruta Nueva York/Santo Domingo. Ya habíamos recorrido alrededor de
600 millas náuticas rumbo Norte y en el momento de la ocurrencia del fenómeno San
Telmo, nos aproximábamos a la posición
geográfica Tallo, a una altitud de 31,000 pies. Ya el radar meteorológico del
avión había detectado la única formación importante en toda la ruta, por lo que
el Capitán solicitó y se le aprobó una desviación de 30 millas a la derecha de
la ruta.
Pero a pesar de la desviación,
cuando pasábamos por el lado del cúmulus, la cabina del avión pareció
encenderse con una intensa iluminación color rojo azuloso, era la manifestación
del fuego de San Telmo. Rápidamente, el fenómeno transformó los cristales
parabrisas de la cabina del HI-242 en
lámparas fluorescentes, que casi nos dejan ciegos. Los peor fue que, a la
presencia del fuego de San Telmo le acompañó un golpe de turbulencia que
desenganchó el piloto automático de la aeronave. Lo bueno fue que la situación
pasó rápido, y segundos después, todo volvía a la normalidad.
En realidad el fuego de San Telmo
no es fuego real, y a pesar de su apariencia sobre los cristales del avión,
tampoco se trata de rayos. El fenómeno es el resultado de la ionización de los
gases que forman el aire, entre ellos el oxígeno y el nitrógeno, entre otros.
La ionización da como resultado la formación de un plasma luminoso de alta intensidad.
El color de la luz del fuego de San Telmo, como el de cualquier plasma, lo
determina el tipo de gas que lo origina y por lo general, es de un amarillo rojizo
intenso que asusta.
A pesar de su apariencia no
producen daños a las aeronaves. Los
aviones en vuelo se comportan como "conductores aislados" en medio
del aire, que es un mal conductor de la electricidad. Debido a ello, cuando un
avión se mueve en medio de nubes cargadas eléctricamente, estas transfieren
carga al el avión. Sin embargo, esta carga eléctrica se acumula,
distribuyéndose uniformemente en la superficie de la aeronave. Esta carga
eléctrica, es estática, no da origen a la diferencia de potencial requerida
para haya flujo o corriente eléctrica.
La aeronave tienen los medios técnicos para liberar esas cargas eléctricas
estáticas acumulada en toda su superficie, de forma que no se conviertan en un
peligro potencial para la operación, tanto en el aire como luego de aterrizar.
Existen tripulantes que han visto
muy poco y otros nunca han tenido experiencia vivida en relación al fuego de
San Telmo. Ojalá usted sea uno de esos tripulante que han tenido la oportunidad de
observar el fuego de San Telmo, desde su asiento en la cabina de mando o bien
desde cualquier ventanilla de una aeronave. Ahora bien, algo le aseguro, el capitán que aquella noche
manejó correctamente la situación originada con la presencia del fuego del San
Telmo, por lo que desde esta columna lo saludo con toda reverencia. Sabe que hablo de él
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