Este es el HI-242 de la Compañía Dominicana de Aviación. Una vez la nave insignia de la compañía, la aeronave del incidente del 06 de enero del 1983,ocurrido en el Aeropuerto Intl. Las Américas. La aeronave terminó su vida operacional abandonada en San José, Costa Rica, donde fue llevada para trabajos de mantenimiento, cuyo pago no fue horado por una de las "administraciones" de CDA, si es que así puede llamársele
Cuando me metí en el asunto de la
aviación, alguien que tenía mucha experiencia en la materia me dijo, mirándome
fijamente, que "hasta que no se me
retorciera el estómago de un susto, no estaría graduado en relación a
situaciones “apretadas” donde se bregue con una emergencia de aviación, en la que la
ocurrencia de un desastre pareciera inminente".
Aunque no creí la “aérea teoría” de mi experimentado colega, tiempo
después me tocó vivir la amarga
experiencia de un “estómago retorcido”.
El evento se presentó a prima noche
del 23:00 UTC, del 06 de enero el 1983. Aquella noche el HI-242, un Boeing B-727-200 de la Compañía
Dominicana de Aviación, CDA, que completaba su carrera de despegue, casi rotando sobre la pista la pista 17 del Aeropuerto
Internacional de Las Américas con 162 pasajeros, entro en una peligrosa emergencia, cuando en un momento dado, al avión se le
explotó un neumático de tren principal número 2, yendo pedazos de neumáticos a parar en el motor No.3. Como consecuencia de esto el motor echaba fuego por su salida.
La operación era el vuelo extra
DOA-2902 de esa nocho y su destino era Nueva
York. En esos primeros días de enero, los "dominicanos ausentes" retornaban a la urbe neoyorquina, luego de pasar el asueto navideño en el
país. El Boeing, a peso máximo de despegue para esa operación de 184,400 libras
parecía "guindar" en dos motores y
creí, en el momento dado, que el aparato se estrellaría en las inmediaciones del área La Caleta, y solo esperaba el inminente ruido del estruendo del
impacto y la explosión del avión con sus 8,000 libras de kerosene aproximadamente,
50,000 libras galones de querosén.
El avión había regresado de desde Nueva York como el vuelo DOA-903 esa misma tarde, a eso de la 4:30 p.m. Tan pronto el avión aterrizó comenzaron los preparativos para la salida el extra a JFK. A las 6:00 p.m. tenía todo listo en lo referente a despacho de vuelo. A esa hora el avión estaba limpio, gaseado y cargado, con el equipaje de salida, la carga del Señor Báez y Flaviá, incluyendo los periódicos de “Milagros” de esa tarde.
De izquierda a derecha, Capitán Francisco Frías Carbuccia, el Capitán Sebastian Seguara A. y el ingeniero de vuelo, Fernando Asencio Luna, los héroes de aquel vuelo
La tripulación se había presentado a tiempo, Laureano,
el Jefe de Transportación, no fallaba en eso. La tripulación de mando estaba integrrada por el
Capitán Francisco Frías Carbuccia, el Copiloto, Sebastián Segura Alcántara y
el Ingeniero de vuelo Fernando Asencio. Alli en despacho repasamos el tema meteorológico, los notams y los pesos. Terminado el "breafing" se fueron al avion programar su OMEGA De los muchachos de cabina solo recuerdo algunos. El “briefing” del vuelo fue corto, las condiciones meteorológicas en
el Kennedy y en los alternos eran
inmejorables, y no se preveía ninguna situación adversa de cualquier otro
tipo, incluyendo congestión de aeropuerto. Con todo normal, inicio el abordaje
y en poco tiempo todo los pasajeros estaban a bordo y rápidamente el avión encendía motores y comenzaba su rodaje a la pista 35.
Yo estaba en rampa esperando el despegue para poner el mensaje de
salida a operaciones de CDA en el Kennedy. El avión rodó hasta de la cabecera de pista 35. En ese punto el aparado se me perdió de la línea de vista, mientras
el supervisor de mantenimiento, Pimentel, llamado por nosotros, cariñosamente“ bigotú" permanecía cerca de mí, a él y a todos nos
gustaba ver los despegues de los aviones, era la maniobra que marcaba el éxito
inicial de cualquier vuelo. Pocos minutos después, oímos el ruido de la aceleración
de los motores, y más tarde el avión se hizo visible en la carrera de
despegue. Todo iba muy bien, hasta que de repente el avión, todavía sobre la
pista, todos oímos el ruido de una explosión
y visualizamos una flama de un fuego amarillo rojizo y la dispersión de
restos encendidos que surgían del tren
principal de la aeronave, y vimos además, flamas saliendo del uno de los
motores. Fue cuando nos dimos cuenta
que había problemas.
De ahí en adelante, la agonía. El aparato se quedó "guindando en dos
motores", como dicen algunos pilotos, la velocidad no progresaba pero el avión ya
estaba en el aire próximo a la finalización de la pista 35, frente a los depósitos
de carga. La aeronave parecía congelada a pocos metros sobre del “piso” y, cruzando
el umbral de la pista 17, apena ascendía. Cuando alcanzó La Caleta entendí
que se estrellaría en el caserío de la calle Cibao, pero cuando el
aparato cruzó sobre La Caleta a muy
baja altura, desapareció de mi vista en un horizonte ya oscurecido al Norte del aeropuerto.
Entonces me preparé para escuchar la explosión del impacto. En ese momento
sentí la sensación de un gran
retorcimiento de estómago, como si alguien me apretara el vientre con fuerza.
De ahí en adelante, las manos de Dios y la pericia de una tripulación logró mantener el avión en vuelo y navegarlo al Nordeste de la estación, desapareciendo de mi vista, estaba a muy baja altitud. Siguió volando y navegando al Este/Sudeste y luego al Sur y “dompiendo combustible”. Fueron los minutos más largo que recuerde. Después de "siglo y medio", vimos una “lucesita” roja del “beacom” que Nordeste que se dirigía a la bahía de Boca Chica, buscando y logrando colocarse en el rumbo final para la pista 35, de donde habían despegado poco antes. Poco después, el avión aterrizó y rodó lentamente, hacia la rampa de estacionamiento, donde los pasajeros desembarcaron, muchos de ellos muy nerviosos. Algunos hasta besaron la tierra o la rampa. Pimentel subio a la cabiana y yo fue a despacho a poner el mensaje correspondiente a Nueva York y a avisar a la Gerencia de Operaciones lo sucedido. Después de esto, el avión fue remolcado hasta un gran hangar que tenía la Compañías y que fue en una oportunidad el sitio desde donde operó hasta la administración de la empresa.
¿Qué decir finamente de esta situación de emergencia?, Simplemente que
lo peor de estos eventos, es sus empeoramiento, que ocurre es cuando se suman otros factor adversos a una situación
de emergencia en progreso. Uno de ellos pudiera ser, el pobre desempeño de la tripulación,
el sobrepeso de la aeronave, un despacho mal hecho o una mala decisión. Eso me ocurrió en una situación de emergencia en medio del Atlántico, donde me salvé junto a 421 pasajero y más 20 tripulantes gracia a un profesional llamado José Maria Sanchez Pérez, cuando algunas "desiciones" colocaron al B-747 de CDA en una situación muy difícil y se me apretó hasta el alma.
En el caso del vuelo DOA-2902 de aquella noche de enero, todo salio bien, lo que fue resultado de una emergencia bien manejada. Eso fue
lo que vi. Sin embargo, después de los análisis, siempre aparecen una que otras criticas de quienes analizan el caso firmes en tierra, esa es la aviación y esa es mi experiencia.
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