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21 de octubre de 2015

Capitán Richard Gonzales, tan puertorriqueño como dominicano




Capitán Richard González

Hace algún tiempo un buen amigo  que realizó muchos vuelos con él, como tripulante de cabina,  me  preguntó sobre el Capitán Richard González, pero sobre todo, me preguntó ¿Qué había pasado con él? A su interrogante le respondí  que Richard González fue un buen amigo de todos, un profesional y jovial tripulante de mando de origen puertorriqueño donde inició como tripulante de una popular linea aérea de esa nación. Que Richard había llegado a República  Dominicana, donde se integró a las cabinas de mando de Dominicana de Aviación, bien temprano en la década de los años  setenta, convirtiéndose, prácticamente, en un dominicano más.

Le dije, además, que cuando le conocí ya era copiloto de los B-727 de la CDA y su esposa, Doña Lucy, también puertorriqueña, se había establecido en República  Dominicana y laboraba un uno de los hoteles más importantes de la capital dominicana. Muy pronto Richard era “bañado” y recibía su ramo de flores en la rampa del AILA, como capitán de los B-727, trabajo que realizó muy profesionalmente. Cuando la CDA adquirió el B-707 de la aerolínea Transporte Aéreo Portugueses (TAP) de Portugal, en el 1983, Richard González fue uno de los capitanes escogidos para hacer el curso de “up-grading” para volar el “heavy” B-707,  como le decían los tripulantes del avión para “echarle vainas” a los tripulantes que habían permanecido en la flota de los B-727 de CDA.

La permanencia de Richard González en el país terminó abruptamente, como terminó para muchos tripulantes de CDA que debieron marchar al “exilio laboral” hacia  lejanas naciones para sobrevivir a la “hecatombe” que se llevó a la CDA, así como a la aviación comercial de República  Dominicana. Como muchos  tripulantes, Richard Gonzales debió marcharse al lejano  Oriente,  donde encontró a otros dominicanos que partieron hacia esas latitudes,  pensando que la crisis de CDA era cosa de poco tiempo, pero por desgracia, la situación se ha prolongado tanto que aún no termina y que los proyectos que se han intentado hasta ahora  han ido al fracaso, en un mercado repleto de millones de  pasajeros y  miles de toneladas de carga aérea.  

Después de varios trabajos en el Lejano Oriente, Richard González llegó a una nación  tan lejana como  Nepal, enclavada en las estribaciones de la cordillera del Himalaya al Este de la India.  Allí, junto a otro dominicano, el Capitán Leónidas Guzmán, un buen amigo de Richard y mio por cierto, ingresaron  a la aerolínea de carga Hinduja Airlines, con base de operaciones  en Katmandú, capital de Nepal.

El día 07 de julio del 1999, en horas de la tarde, hace ya 16 años,  el Capitán Richard González  perdió la vida en un lamentable accidente de aviación, junto a cuatro tripulantes que le acompañaban. El B-727-243 carguero que comandaba Rochard, con cerca de 50,000 libras de carga, chocó con una loma, minutos después de haber despegado del aeropuerto internacional de Tribhuhan, Katmandú,  para completar  un vuelo de 500 millas náuticas, que lo llevaría a Nueva Deli, India. El B-727-243 chocó con la  una ladera de una montaña al Sur Oeste del aeropuerto,  a 7,500 pies de altitud, cuando intentaba un giro, para establecerse en el procedimiento del salida normalizada del referido aeropuerto.El accidente fue investigado por las autoridades de aviación civil de la India, que rindieron un amplio informe en relación  al evento.

Al momento del accidente en las inmediaciones del aeropuerto caía una pertinaz llovizna, que según dicen los investigadores, nada tuvo que ver con el percance. Lo difícil fue recuperar los restos mortales de las víctimas  del fatídico  accidente. Como cosa de la vida,dos días después del accidente, Richard González tenía planeado viajar  a Puerto Rico para  visitar los suyos, en un período  de vacaciones para el cual  había  acumulando tiempo extra realizando  vuelos que hizo a compañeros para tener más tiempo libre, en unas  vacaciones que jamás tomó.  

En mi caso particular no fueron pocos  los vuelos que me tocaron realizar con el capitán Richard Gonzales al mando. En cada uno de esos vuelos disfruté de su profesionalidad, distinción y tranquilidad como comandante.  Pero sobre todo, disfruté de su tremendo buen humor, condición  que hacían que las largas horas de vuelo a destinos como  Canadá, Dallas y a Milán Italia, pasaran rápido. Que el  Dios Todo Poderoso tenga al Capitán Richard González,  donde deben ir los que no hacen daño a nadie y aman el bien.   


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