Reconocimiento a Don Zacarias Cordero
En los días que llegué a las
dependencias técnicas de la entonces Dirección
General de Aeronáutica Civil, (DGAC) del Aeropuerto Las Américas, alguien me refirió el nombre de un controlador
de características afables, socialmente habilitado y un profesional muy bien
formado en la materia. Para entonces, era costumbre enviar a los controladores aéreos con buenas calificaciones al exterior, específicamente
al Centro Internacional de Adiestramiento de Aviación
Civil (CIAAC), en Los Estados Unidos Mexicano o al CIPE de Buenos Aires, República de Argentina.
En el Distrito Federal de México, ese controlador completó, con éxitos, el curso de controlador de Torre, aproximación
y área procedimental, junto a un grupo de controladores, entre ellos su inseparable
compañeros y amigos Don Pedro Ramírez Q.E.P.D., con quien compartió habitación de la residencia de Doña Eloiza de la calle Tabasco, 133 de la Colonia Roma del Distrito Federal. Ese profesional
afable y muy social a quien me refiero lo es Don Zacarías Cordero.
Para entonces Zacarías se desempeñaba
como “Oficial de Control, Jefe de Grupo”,
siendo su equipo de trabajo, uno de los grupos al que todos los controladores preferían pertenecer, debido
a las buenas formas de Zacarías, la camaradería y distencion en que se desarrollaban las
labores en el Centro y la torre de control, así como las variadas actividades
que se desarrollaban, después del término de los turnos de trabajo. A finales del año
1976, era hábito y costumbre reunirnos en
el apartamento donde residía Zacarías Cordero, sito en
la segunda planta de unos de los edificios del sector “La Fuente”, próximo al Puente Duarte de la ciudad de Santo Domingo.
Allí en aquel ameno espacio, recibíamos las finas atenciones, no solo de Zacarías,
sino también de su amble esposa,
Doña Ivon, quien practicaba las mismas virtudes de afabilidad y cortesía de su marido. Fue precisamente en
la galería de aquel pequeño apartamento,
en el año 1977, donde comenzaron a surgir las inquietudes que condujeron al plan
original, para la constitución de la Asociación
Dominicana de Controladores de Tránsito Aéreo (ADCA), inquietudes que
terminaron en aquella ocasión con el “chivateo” del proyecto secreto por parte
de “Marino R.”, a quien los departamentos de seguridad infiltraron, para recabar información de quienes eran los cabecilla de tan grave ofensa.
La calidad profesional, el
liderazgo y su facilidad para el manejo
de los recursos humano, llevaron a Zacarías a ser escogido y designado, como el
Encargado del grupo de controladores y técnicos
trasladados a la ciudad de Puerto Plata,
en ocasión de la inauguración del
Aeropuerto Internacional Gregorio Luperon en el año 1979. A Zacarías le acompañaron un importante grupo de controladores y técnicos, entre los que recordamos a Duarte Yapour, A. Volquez Kelly, Angel Mordan, los hermanos
Sosa entre otros, quienes en su mayoría se radicaron, definitivamente en Puerto Plata, formando allí, arios de ellos, sus respectivas familias, constituyendo este hecho, el primer éxodo de personal aeronáutico.
A mediado de la década de los
ochenta me encontré de nuevo con Zacarías,
allá en la Novia del Atlántico, donde fui designado para servir en a la Compañía Dominicana de Aviación (CDA), en la época
en que el multi-empleo era prácticamente la única garantía de supervivencia para quienes laborábamos en la entonces Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC),
garantía de supervivencia que también Zacarías debió practicar, laborando como
despachador de vuelo en la CDA en el Gregorio Luperon, profesión que también dominaba. En aquel período, bajo el influyo de las brizas del Atlántico, frente al malecón de
Puerto Plata área donde vivía y aún vive Zacarías, compartí con él y su
familia, inolvidables momentos escuchando
música vieja, especialmente las discografías de “Davilita”, Pedro Flores, Daniel Santo entre
otros cantantes populares, momentos que tanto disfrutamos.
En Puerto Plata, Zacarías permaneció
por buen tiempo, como Encargado de la
DGAC, cargo que sirvió con dignidad y eficiencia, teniendo en cuanta los
limitados recursos económicos de la institución durante aquella época. La situación cambió con la determinante mejora institucional
impulsada a mediado de los noventas, mejoras impulsadas, precisamente por el instrumento que él ayudó a
crear, la Asociación. El problema fue que a partir de entonces, los
cargos en la DGAC, de cualquier tipo, se
tornaron interesante. De repente la institución comenzó a proyectarse hasta
lograr un nivel apetecible en el ámbito de
la administración pública, situación que ha proyectado en el tiempo.
Zacarías Cordero se quedó en Puerto
Plata, en apariencia definitivamente. De igual manera lo hicieron otros
controladores y técnicos del equipo de hombres que marchó a esa ciudad, junto a Don Zacarías Cordero con las
instrucciones específicas, de abrir y poner en operación los servicios de tránsito aéreo del
Aeropuerto Internacional Gregorio Luperón de la “Novia del Atlántico” en el año
1979, hace mas de tres décadas, cuando el Presidente Don Antonio Guzmán Fernandez dejó inaugurado
el referido aeropuerto.
Después de los años transcurridos, lo más probable es que no hayamos
hecho lo bastante, para proteger a Don Zacarías, pero a pesar de que no lo veo frecuentemente, sean estas líneas mi
reconocimiento a uno de los tantos hombres, responsables de lo que es hoy el Instituto
Dominicano de Aviación Civil (IDAC), a
casi cuarenta años después del éxodo de
Don Zacarías Cordero y del grupo de hombres que que tuvieron la decisión de acompañarle.
4 comentarios:
Mullix, muchas gracias por la reseña. Soy hijo de Zacarias y, la verdad, has traído gratos recuerdos a mi memoria.
Gracias, eso es poco, Zacarias es mucho más que eso. tengo que hablar con el para algo más formal. Un abrazo.
Gracias, eso es poco, Zacarias es mucho más que eso. tengo que hablar con el para algo más formal. Un abrazo.
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