Dr. José Francisco Peña Gómez
En muchas de las ocasiones en que me reunía, por cualquier circunstancia, con mi profesor y amigo Don Haroldo
Sanción, no era raro que surgieran conversaciones relacionadas con la figura política
y de líder del Doctor José Francisco Peña Gómez. No fue una ni dos las veces
que Haroldo me narró sus experiencias vividas junto al Doctor Peña Gómez y un grupo de
jóvenes promesas políticas de República Dominicana y de otras naciones Latinoamericana, mientras participaban en un curso de formación política en la Escuela San Isidro de Coronado de San José
Costa Rica, donde fueron enviados por el PRD a principio de los sesenta. El curso era auspiciado por Don Pepe Figueres, un amigo entrañable de siempre de nuestro país. Me contaba Haroldo que allá en San José, en el lugar donde
se quedaban, había una señora que siempre le decía, “--Mire señor, usted ve,… ese moreno va a ser presidente de su país”--
En mi caso particular comencé a
escuchar y dar seguimiento a Peña Gómez cuando ingresé a la UASD, en ese periodo el recinto de la universidad era el centro de actividad académica y de grupos políticos de todas
denominaciones ideológicas. Las discusiones entre los miembros de las
diferentes líneas ideológicas dominaban el ambiente y se hacían interminables. Para entonces, Balaguer gobernaba el país con
manos férreas, mientras la voz de Peña Gómez dominaba el dial a la 1 p.m. través del
programa “Tribuna Democrática”, transmitido por Radio Comercial. Mi devoción y seguimiento a
Doctor Pena Gómez me llevó a “caer preso” por primera vez junto a dos hermanos
a principio de la década de los setenta, cuando el Profesor Juan Bosch llamó al pueblo a
recibir al Líder que regresaba de realizar estudios en Europa.
Participé en los grandes mítines
del Líder durante la primera mitad de los setenta, no había forma que me los perdiera.
El mayor y más difícil de esos mítines me tocó vivirlo en la cabeza del "Puente
de la 17", en el año 1974. Allí vi al Doctor Peña pronunciando su discurso encima
de la cama de un “camión volteo” que le sirvió de tarima, mientras era
protegido entre otros, por su guarda espalda, Polonio Pierret, mientras las
balas disparadas por infiltrados “silbaban” por doquier. “Peña era un hombre de
valor” Después del triunfo del 1978 le oí quejarse por la luchas de este hombre
con quienes trataron de ponerlo de lado, negandole su merecido sitial político . "Peña era un hombre de orgullo".
Varios años después, volví a ver de nuevo
a Peña Gómez, esta vez en el Aeropuerto Internacional de Baraja Madrid. Había
ido a Europa a recuperase de quebrantos de salud, quebranto que se le presentaron cuando debió
asumir la sindicatura de la Capital en el período 1982, por las siempre
diferencias entre algunos de sus seguidores cercanos, pero de poco escrúpulo político, a quien todos conocemos por sus trayectorias.
“Peña se sacrificaba”. Cuando le alcancó a ver me aparté del avión y caminé por
la plataforma del estacionamiento de aeronave de Barajas, hasta colócame frente
los cristales del mirador de la terminal, desde donde lo saludé, presentándole mis respetos.
Hoy, 18 años después de su
partida, es evidente que pocos de los suyos han seguido su impronta y se han dirigido por sendas políticas muy diferente a la del Lider. Sin
embargo, el pueblo llano, la gente noble y la historia le han reservado un espacio en la historia donde vida de este hombre se escribe con tinta indeleble. Pero no solo eso, su nombre bautiza el principal
aeropuerto del país, pero como son la cosas, el nombre de Peña Gómez no se exhibe en la fachada del
AILA, como ocurre en los aeropuertos del mundo donde los Estados toman estas decisiones. Mientras tanto, el AILA existe un "letreron" que se ve a distancia y que dice todo, menos Dr. José Francisco Peña Gómez.
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