HI-442, Foto: Airlines-Net
La solidaridad del pueblo dominicano
ha sido costumbre a través del tiempo, sobre todo, cuando naciones hermanas lo han requerido por rezones
eventos de la naturaleza. Ya me había referido al caso del vuelo con ayudas al
pueblo chileno en ocasión del terremoto
del 03 de marzo del 1985, cuando el B-707 de CDA transportó toneladas de carga, como ayuda a esa lejana nación hermana,
durante un año especialmente violento en términos de fenómenos geológicos en Latinoamérica.
Pues bien, ocho meses después del
terremoto de Chile, la hermana nación de Colombia experimentaba la mayor tragedia
de su historia, causada por un evento de
la naturaleza. El día 13 de noviembre de ese año, el volcán el Nevado Ruiz, localizado a 130 kilómetros
al Noroeste de la capital colombiana, erosionó matando alrededor de 25,000 personas,
la mayoría sepultadas por una avalancha de lodo que arropó el poblado de Armero,
ubicado al pie del volcán, en una tragedia que había sido advertida con anticipación
por los vulcanólogos colombianos.
Como República Dominicana para entonces disponía de las aeronaves requeridas, la Presidencia de la República, rápidamente ordenó
un vuelo humanitario para llevar ayudas
a los colombianos. Fue así como en la tarde día siguiente, aproximadamente a
las 7:00 p.m., el Capitán Francisco Fría Carbuccia, el
Copiloto Leónidas Guzmán (Leo) y el ingeniero de vuelo Hanlet García, despagaban del Aeropuerto
Internacional de Las Américas rumbo a Bogotá
Colombia.
Además de la tripulación de vuelo,
en el aparato viajaba el Embajador de Colombia en el país y yo, quien iba en el rol de despachador y de operaciones. El vuelo se desarrolló con toda calma, hasta que nos aproximamos a Barrancabermeja,
al Norte de Bogotá, donde se inició el descenso. Ya estaba oscuro y entre las formaciones nubosas, el B-707 se sacudía por la presencia de turbulencia
moderada. Sin embargo, cuando el aparato se estableció a 14,000 pies en el patrón
de espera sobre el VOR de Bogotá, la turbulencia aumentó y se presentó una granizada, de esas que en apariencia
intentan desbaratar el avión. Las cosas
se calmaron cuando los controladores del Dorado, autorizaron la aproximación a
la pista 13 izquierda del Dorado, donde el avión aterrizó sin mayores problemas.
Ya en tierra esperábamos descargar rápidamente y salir de inmediato a Santo Domingo. Sin
embargo, por la cantidad de aeronave que había en el área militar del
aeropuerto El Dorado, donde se estaban recibiendo las ayudas del exterior, forzó
a que amaneciéramos en Bogotá, hasta que
descargaran el HI-442. A las 10:00 de la mañana del día siguiente, el avión
que cumplió su segunda misión de ese año, llevando la solidaridad dominicana allende los
mares, despegaba de Bogotá hacia Santo Domingo.
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