Nuestro inolvidable, Capitán Hernando Saviñon
Quienes conocimos al Capitán
Hernando Saviñon debemos reconocer haber compartido con un capitán profesional, y más que eso, un verdadero caballero, tanto en las cabinas de las aeronaves, como en los ambientes terrestres, espacios donde
pudimos disfrutar de su jovialidad perenne, bajo cualquier circunstancia. Debido a ello, Hernando Saviñón es una de esas personas que
da brega olvidar, a pesar de su inesperada e innecesaria partida, cuando aún se desempeñaba como un profesional de la aviación,
a quien se auguraba un promisorio futuro.
Conocí a Saviñon cuando se desempeñaba
como capitán de una aeronave perteneciente a una importante
empresa nacional, donde realizaba una serie operaciones ejecutivas nacionales e
internacionales, con la particularidad de que, a pesar de la trascendencia socioeconómica
de los ejecutivos de la referida empresa,
Saviñon siempre se las arreglaba para
ofrecer felicidades de transportación a las personas que se lo solicitaban y
que calificaban para abordar esos vuelos.
A pesar de su estabilidad profesional, operando a tiempo
completo para la referida empresa cibaeña, Saviñon se interesó e ingresó a la línea de vuelo de la Compañía Dominicana de Aviación (CDA)
para continuar su desarrollo profesional para volar los aviones grandes. Fue así como
completó un curso de Ingeniero de vuelo,
tercer oficial para volar las aeronaves B-727-100 Y 200. Después de capacitarse como tercer oficial de los B-727, rápidamente se
capacitó y pasó del tercer asiento de las cabinas del Jet, a ser segundo
oficial de ese tipo de aeronave, función que realizó hasta la debacle de la CDA
a finales de la década de los noventas.
Durante su prolongada labor en CDA, me encontré con este caballero
en la estación de Dominicana de Aviación (CDA) de Puerto Plata, cuando me desempeñaba como encargado de operaciones de la Zona Norte de CDA. En Puerto Plata la pasamos
muy bien con Sabañón, quien para
entonces ya volaba los B-727 con su mano
izquierda. Esa situación de jovialidad entre Saviñon y el equipo de trabajo de
CDA en la Zona Norte se presentaba, no solo en las
cabinas de vuelo, sino que esta situación alcanzaba el Hotel Holy Day Inn, de Plaza Dorada, donde
pernoctaban las tripulaciones, así como la residencia de la Señora Soufrond de la ciudad de Puerto Plata, a quien recordamos por su buenos y oportunos servicios al personal de CDA en esa ciudad.
Para Hernando Saviñon, Gilberto Hoepeman, Juan Valerio era una costumbre encontrarse
en una placita del pueblo donde cenaban habitualmente, luego del término de los vuelos del día. Allí nos encontrábamos
en muchas ocasiones. Para para mí era bien divertido ver a estos hombres departiendo
alegremente, mientras la brisa del Atlántico parecía alegrarse de su presencia, en un ambiente
indescriptible que no se repetirá jamás.
Hernando Saviñon nos dejó no hace
tanto. Se marchó justo cuando realizaba
la labor para la que vivió y murió. Una
labor que, de seguro, debe estar
realizando en el inmenso cielo que nos
cubre.
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