Hablar de Doña Ana Quezada resulta fácil y
reconfortante. Todos los que la conocen, entre los que me incluyo, le hemos visto dedicar su vida a la aviación, tanto en
vuelo como en tierra. En vuelo, donde la
conocí, desarrolló una dilatada y fructífera
carrera aeronáutica, primero como azafata, luego como jefa de cabina y después
siento encargada del departamento de azafatas y sobrecargos de la Compañía Dominicana de Aviación (CDA).
Desde el departamento de azafatas y sobrecargos
le tocó conciliar las terribles dificultades que resultaban de elaborar los itinerarios de vuelo para las tripulaciones de vuelo en CDA. Esos itinerarios los armaba en coordinación con Alberto Sharp Pubill de operaciones de vuelo, la dirección
comercial gestionada por José Jourdain. Como Jefa de Azafatas y Sobrecargo se
la tuvo que ver con las muchas solicitudes de la línea de vuelo, cuando
esa matrícula era realmente numerosa y los vuelos chárter que aparecían cada rato,
especialmente los fines de semana.
Doña Ana desempeñó su labor en vuelo con la profesionalidad
y el buen juicio que siempre le caracterizaron. Esta condición fue fruto de su regia formación y sus entrenamientos recurrentes. Por
ello, siempre actuó de manera oportuna y
correcta cuando le tocó asistir en situaciones de emergencia a bordo. En tierra, Doña Ana continuó con sus actividades
aeronáuticas, brindando su experiencia a la empresa Norteamericana Trans World
Airways (TWA) donde se desempeñó, como asistente de la gerencia general de la empresa en República Dominicana, realizando su trabajo como lo que es, una dama.
En la foto Doña Ana y un infante que posa en su regazo, muestran mediante expresivas sonrisas , el buen ambiente a bordo de un vuelo que se prepara para cerrar puerta e iniciar uno de los tantos vuelos que completó. Tengo buen tiempo que no se de Doña Ana Quezada, pero donde quiera que esté, vayan mis saludos, parabienes y el deseo de que le acompañen buena salud y larga vida.
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