Resulta dramático leer el
relatado del Doctor William Dauhajre sobre la realidad vivida por los médicos y personal auxiliar, a
quienes tocó recibir los restos de las víctimas del peor accidente de la Compañía
Dominicana de Aviación ocurrido hace 47 años. En su nota aparecida hace un año en el matutino Diario Libre, el Doctor Dauhajre habla, con
crudeza, la terrible realidad del
proceso de manejo e identificación de las
víctimas recuperadas de las bravías aguas del Mar Caribe, justo al Sur de la
playa de Boca Chica la noche del 15 de febrero del 1970. De acuerdo el Doctor Dauhajre, el sitio seleccionado para el manejo de la victimas fue el Instituto Anatómico
de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, donde se completaba la difícil y
dolorosa tarea de identificar los cadáveres y entregarlos a sus familiares para su entierro. De acuerdo al relato, en los traumas de las victimas predominaban los "cercenamientos de la cinturas", lo que daba clara idea de
que cuando el avión impactó el agua, los
pasajeros permanecían con sus cinturones abrochados.
El evento ocurrió, aproximadamente a las 7:18 p.m.
del domingo 15 de febrero del 1970, hacen 47 años, cuando el copiloto del HI-177 de la Compañía
Dominicana de Aviación, José “Pepe” Núñez, del HI-177 que acababa de despegar de la pista
16 del Aeropuerto Las Américas, confirmaba la corazonada del controlador aéreo Alfredo Letchorn, cuando Jose Nunez le comunicó lo siguiente; <<Estamos perdiendo
potencia en el motor No.2, procedemos a regresar>>. Alfredo Letchorn, el controlador del turno B de Torre
Las América esa tarde, había estado dando siguiendo a la “inusual” trayectoria
de despegue del DC-9-32, inmediatamente después de levantar vuelo a mitad de pista.
Bajo estado de tensión máxima, el controlador comprendió la
situación y autorizó el aterrizaje del vuelo por cualquiera de las pistas, procediendo a activar los equipos de
emergencia. Pero, además, Letchorn ordenó a un pesado DC-8-63 de Iberia, que estaba listo para el despegue, que se
mantuviera fuera de la pista. Mientras eso ocurría, el DC-9 de CDA viraba y se inclinaba sobre su
ala derecha y caía al mar a 2.3 millas náuticas al Sur de Cabo Caucedo, ligeramente,
a la derecha de la trayectoria de pista. Al impacto le acompañó un ensordecedor estruendo que
alarmó a los habitantes del poblado de Boca Chica. Eran 7:23 p.m. de
aquel domingo en la tarde, el
vuelo 603 había terminado, resultando ser el peor accidente ocurrido a una
aeronave de la Compañía Dominicana de Aviación en toda su historia.
Las primeras unidades de rescate en llagar a la
escena del accidente fueron las yolas
pescadores que operaban cerca del sitio, y luego, las lanchas del Club Náutico
de Boca Chica, quienes cumplieron con la primera medida de la metodología en el manejo de un accidente de aviación que es rescatar sobrevivientes. Minutos
después, la oscuridad cubrió la zona cuando comenzaban a llegar a la zona
unidades de la Marina de Guerra y helicópteros de la Fuerza Aérea Dominicana. La
noticia corrió como pólvora, y poco después las emisoras daban a conocer la tragedia, acontecimiento que
sumió al país en un profundo pesar.
Aproximadamente, a la 11:00 de la noche sobrevolaban la
escena, aeronaves guarda costa de EE.UU. enviadas por el Gobierno de Puerto Rico. Los
aviones arrojaban luces de bengalas para iluminar la zona del accidente tratando de facilitar la labores de buesqueda.
Alrededor de las 11:30 de la noche se comenzaban a rescatar los cuerpos que comenzaron a flotar. Poco después comenzaron darse a conocer los
nombres de la tripulación de mando y la lista de pasajeros. La tripulación de mando
estaba integrada por el capitán Eduardo Guillermo Tomeu, de nacionalidad cubana
y el copiloto José Pepe Núñez, cubano, mientras que los tripulantes de cabina
fueron los siguientes; Carlo Antonio Pepen, Deisy Peña y Sandra García.
La lista de pasajeros incluía 97 personas en total, cuyas nacionalidades
eran mayormente dominicana y puertorriqueñas.
Según pasaba el tiempo, unidades de la marina, incluyendo
corbetas, continuaban realizando la penosa tarea de búsqueda de sobrevivientes
y de rescate de cuerpos. La labor era afectada por el fuerte oleaje
y corriente marina que arrastraba los cuerpos y escombros hacia el Oeste.
La presencia de tiburones dificultaba las operaciones de las unidades de
recate. Las comunicaciones de coordinación en el escenario del accidente que se
escuchaban claramente, las comunicaciones de la Marina de Guerra claramente, en
una frecuencia HF existente en la torre de control. A las 12:30 de la noche,
una gran cantidad de personas se aglomeraban en Boca Chica, y
en el Aeropuerto de Las Américas, tratando de recabar las últimas informaciones
en relación al evento.
A primeras horas de la tarde de lunes 16, un Aero-commander
piloteado por el Capitán Manolo Lamarche, acompañado de cuatro personas, dos
funcionarios de la entonces Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC) y dos
inspectores de la Agencia Federal de los Estados Unidos (FAA), despegaba de la
misma pista 16 para realizar un corto vuelo de reconocimiento. El objetivo de
la operación fue volar la misma trayectoria que había trazado el DC-9, cuando
cayó al mar. El vuelo daría a los investigadores una perspectiva de la
trayectoria estimada, altitudes y giros que realizó el DC-9-32, desde el
despegue hasta el punto de impactó que observó el controlador A. Letchorn,
controlador actuante en el accidente. Para Letchorn fue la peor noche y
día de su vida.
Mientras tanto, los cadáveres y partes humanas recatadas
del mareran trasladados al Instituto Anatómico de la Universidad Autónoma de
Santo Domingo y otros centros médicos, donde se procedía a la difícil y
penosa tarea de su identificación y a su preservación para ser
entregarlos a sus familiares. El lunes lunes 16 llegaron los señores
Mike Bates y John Lenderborg especialista en investigación de accidentes de la
McDonald Douglas. Ese mismo día, Hans Paul Wiesse, administrador General de
Dominicana de Aviación anunció en el aeropuerto que McDonald Douglas había
ofrecido enviar otro avión del mismo tipo, para suplir el avión siniestrado.
También que confirmó que el itinerario de CDA continuaría desarrollándose de
manera normal.
Fue así como ese mismo día, cerca de las 12:00 M, el
Capitán Eddy Francisco Tineo, un capitán de muy buena madera, despegaba
un Douglas DC-6 de CDA, como DOA-601 con destino a San Juan Puerto Rico. La
situación cambió cuando el Licenciado Luis Julián Pérez, Presidente del Consejo
de Administración de la CDA, anunció que quedaban suspendidas las
operaciones de la empresa por considerar que sus aeronaves eran obsoletas. En esos momentos la situación operacional de la empresa era muy difícil.
El 17 de febrero, el Consejo de Administración de la CDA integró una
comisión investigadora cuyo objetivo de determinar las posibles causas del
accidente. La comisión estuvo formada de la manera siguiente; Hans Paul
Wiesse Delgado, Administrador General de Dominicana de Aviación, Lic. Álvaro
Peña Hijo, Julio Cesar Michel, Horacio Mercado Ornes, Capitán Jorge Percival
Peña. Pero el mismo día en la noche el Poder Ejecutivo creó mediante el
decreto No. 4658 una "Comisión Especial" para la
investigación del accidente.
(Fuente de parte de los datos: Archivo General de la
Nación).
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