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17 de febrero de 2017

Accidente del vuelo Dominicana DOA-603, 47 años después

Tripulación de mando del fatídico  vuelo  DOA-603 del 15 de febrero del 1970, hacen 47 años 

Resulta dramático leer el  relatado del Doctor William Dauhajre  sobre la realidad vivida por los médicos y personal auxiliar,  a quienes tocó recibir los restos de las víctimas del peor accidente de la Compañía Dominicana de Aviación ocurrido hace 47 años.   En su nota  aparecida hace un año en el matutino Diario Libre, el Doctor Dauhajre habla, con crudeza, la terrible  realidad del proceso de manejo e identificación  de las víctimas recuperadas de las bravías aguas del Mar Caribe, justo al Sur de la playa de Boca Chica la noche del 15 de febrero del 1970. De acuerdo el Doctor Dauhajre,  el sitio seleccionado para el manejo de la victimas fue el Instituto Anatómico de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, donde se completaba la difícil y dolorosa tarea de  identificar los cadáveres y entregarlos a sus familiares para su entierro. De acuerdo al relato, en los traumas de las victimas predominaban los "cercenamientos de la cinturas", lo que daba clara idea de que cuando el avión impactó el agua, los  pasajeros permanecían con sus cinturones abrochados.

El  evento ocurrió, aproximadamente a las 7:18 p.m. del domingo 15 de febrero del 1970, hacen 47 años,  cuando el copiloto del HI-177 de la Compañía Dominicana de Aviación, José “Pepe” Núñez,  del HI-177 que acababa de despegar de la pista 16 del Aeropuerto Las Américas, confirmaba la corazonada del controlador aéreo Alfredo Letchorn, cuando Jose Nunez le comunicó lo siguiente; <<Estamos perdiendo potencia en el motor No.2, procedemos a regresar>>. Alfredo  Letchorn, el controlador del turno B de Torre Las América esa tarde, había estado dando siguiendo a la “inusual” trayectoria de despegue del DC-9-32, inmediatamente después de levantar vuelo a mitad de pista.

Bajo estado de tensión máxima, el controlador comprendió la situación y autorizó el aterrizaje del vuelo por cualquiera de las pistas,  procediendo a activar los equipos de emergencia. Pero, además, Letchorn ordenó a un pesado DC-8-63 de Iberia, que estaba listo para el despegue, que se mantuviera fuera de la pista. Mientras eso ocurría,  el DC-9 de CDA viraba y se inclinaba sobre su ala derecha y caía al mar a 2.3 millas náuticas al Sur de Cabo Caucedo, ligeramente, a la derecha de la trayectoria de pista. Al impacto le acompañó un ensordecedor estruendo que alarmó a los habitantes del poblado de Boca Chica. Eran  7:23 p.m. de  aquel domingo en la tarde,  el vuelo 603 había terminado, resultando ser el peor accidente ocurrido a una aeronave de la Compañía Dominicana de Aviación en toda su historia.

Las primeras  unidades de  rescate en llagar a la escena del accidente  fueron las yolas pescadores que operaban cerca del sitio, y luego, las lanchas del Club Náutico de Boca Chica, quienes cumplieron con la primera medida de la metodología en el manejo de un   accidente de aviación que es rescatar sobrevivientes. Minutos después, la oscuridad cubrió la zona cuando comenzaban a llegar a la zona unidades de la Marina de Guerra y helicópteros de la Fuerza Aérea Dominicana. La noticia corrió como pólvora, y poco después las emisoras daban a conocer la  tragedia, acontecimiento  que sumió al país en un profundo pesar.
  
Aproximadamente, a la 11:00 de la noche sobrevolaban la escena, aeronaves guarda costa de EE.UU. enviadas por el Gobierno de Puerto Rico. Los aviones arrojaban luces de bengalas para iluminar la zona del accidente tratando de facilitar la labores de buesqueda. Alrededor de las 11:30 de la noche se comenzaban a rescatar los cuerpos que comenzaron a flotar. Poco después comenzaron darse a conocer los nombres de la tripulación de mando y  la lista de pasajeros. La tripulación de mando   estaba integrada por el capitán Eduardo Guillermo Tomeu, de nacionalidad cubana y el copiloto José Pepe Núñez, cubano, mientras que los tripulantes de cabina fueron los siguientes; Carlo Antonio Pepen, Deisy Peña y Sandra García.  La lista de pasajeros incluía 97 personas en total, cuyas nacionalidades eran mayormente dominicana y puertorriqueñas. 

Según pasaba el tiempo, unidades de la marina, incluyendo corbetas, continuaban realizando la penosa tarea de búsqueda de sobrevivientes y de rescate de cuerpos. La labor era afectada  por el fuerte oleaje y  corriente marina que arrastraba los cuerpos y escombros hacia el Oeste. La presencia de tiburones dificultaba las operaciones de las unidades de recate. Las comunicaciones de coordinación en el escenario del accidente que se escuchaban claramente, las comunicaciones de la Marina de Guerra claramente, en una frecuencia HF existente en la torre de control. A las 12:30 de la noche,  una gran cantidad de personas se aglomeraban  en Boca Chica, y  en el Aeropuerto de Las Américas, tratando de recabar las últimas informaciones en relación al evento.

A primeras horas de la tarde de lunes 16, un Aero-commander piloteado por el Capitán Manolo Lamarche, acompañado de cuatro personas, dos funcionarios de la entonces Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC) y dos inspectores de la Agencia Federal de los Estados Unidos (FAA), despegaba de la misma pista 16 para realizar un corto vuelo de reconocimiento. El objetivo de la operación fue volar la misma trayectoria que había trazado el DC-9, cuando cayó al mar. El vuelo daría a los investigadores una perspectiva de la trayectoria estimada, altitudes y giros que realizó el DC-9-32, desde el despegue hasta el punto de impactó que observó el controlador A. Letchorn, controlador actuante en el accidente. Para  Letchorn fue la peor noche y día de su vida.   

Mientras tanto, los cadáveres y partes humanas recatadas del mareran trasladados al Instituto Anatómico de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y otros centros médicos,  donde se procedía a la difícil y penosa tarea de su identificación y a su preservación para ser  entregarlos a sus familiares. El lunes lunes 16 llegaron  los señores Mike Bates y John Lenderborg especialista en investigación de accidentes de la McDonald Douglas. Ese mismo día, Hans Paul Wiesse, administrador General de Dominicana de Aviación anunció en el aeropuerto que McDonald Douglas había ofrecido enviar otro avión del mismo tipo, para suplir el avión siniestrado. También que confirmó que el itinerario de CDA continuaría desarrollándose de manera normal. 

Fue así como ese mismo día, cerca de las 12:00 M, el Capitán Eddy  Francisco Tineo, un capitán de muy buena madera,  despegaba un Douglas DC-6 de CDA, como DOA-601 con destino a San Juan Puerto Rico. La situación cambió cuando el Licenciado Luis Julián Pérez, Presidente del Consejo de Administración de la CDA, anunció  que quedaban suspendidas las operaciones de la empresa por considerar que sus aeronaves eran obsoletas.  En esos momentos  la situación operacional de la empresa era muy difícil. El 17 de febrero, el Consejo de Administración de la CDA  integró una comisión investigadora cuyo objetivo de determinar las posibles causas del accidente. La comisión estuvo formada de la manera siguiente;  Hans Paul Wiesse Delgado, Administrador General de Dominicana de Aviación, Lic. Álvaro Peña Hijo, Julio Cesar Michel, Horacio Mercado Ornes, Capitán Jorge Percival Peña. Pero el mismo día en la noche el Poder Ejecutivo creó  mediante el decreto  No. 4658 una  "Comisión Especial" para la investigación del accidente.

(Fuente de parte de los datos: Archivo General de la Nación).



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